He escrito versos que pocos oyeron, y borrado otros que nadie entendió.
Hoy no vengo a convencer al algoritmo y aunque suene un poco egoista vengo a recordarme por qué escribo.
Escribo para darle nombre al dolor, para sacarme este mal sabor, para gritar de enojo, para dejar de temblar, para sacar el barro seco del pasado, para ponerle música a este silencio, para enviar hojas secas que sanan cuando solo esperan flores de colores falsos, para ofrecer una palabra cuando se callen los demás.
Si estás ahí, y esto te toca; entonces ya no empiezo solo.
Vuelvo. En letras. En versos. Con rabia. En décimas. Con voz. Con más ansiedad.
